domingo, 2 de agosto de 2015

Doña Elvira Codas de Benítez

Introducción A mediados de noviembre de 2008, Doña Elvira entró en la etapa final de su vida, su salud mental se deterioraba día a día y me hizo caer en la realidad, mi madre se estaba yendo de este mundo, lo que me llevó a escribir un corto historial de lo más relevante que recuerdo de ella. Finalmente el día 20 de febrero de 2009 descansó luego de una semana de internación muy penosa para ella y para todos sus hijos y parientes próximos. Breve biografía Nacida como Elvira Guillermina Codas del Castillo un 2 de agosto de 1912 en la ciudad de Encarnación, hija de don Cipriano Codas y de doña Leopoldina del Castillo, pasó su infancia y su juventud en esa ciudad donde cursó sus estudios primarios y secundarios egresando como Maestra Normal, concluyendo su profesorado en Asunción. Durante su escuela primaria fue compañera de quien luego sería su marido, Manuel Cosme Benítez González y de quien sería el supremos dictador desde 1954, Alfredo Stroessner Matiauda. De una familia relativamente abastada de la época, era una de 17 hijos del matrimonio Codas del Castillo, conviviendo con las familias tradicionales de la ciudad como los Grenno, Irrazábal, Arrúa, Squeff, Bado, etc. Cuando se muda a Asunción a concluir sus estudios pasa a vivir bajo la tutela de sus hermanos mayores Lorenzo Eugenio y Cipriano, quienes ya eran personas exitosas, el primero como abogado y el segundo como empresario. Al concluir el profesorado gana una beca para proseguir sus estudios en Francia, pero los hermanos no la dejan usufructuarla por los preconceptos que tenían y Elvira se resigna e ingresa a la carrera docente del Estado. Su carrera como docente dura pocos años ya que asume el cargo de Directora de la Escuela Normal de Encarnación y luego de varias escuelas en Asunción, entre ellas la Escuela Brasil y finalmente la Escuela José Berges que fue su último puesto en la carrera docente en 1950. En 1942 contrae nupcias con don Manuel Cosme Benítez González y en 1943 nace su primer hijo, Manuel María, y al iniciarse la guerra civil en Asunción nace Oscar Rafael y finalmente pocos días antes de asumir la Presidencia Alfredo Stroessner nace Jorge Raúl. Su vida matrimonial Desde el inicio de su matrimonio Doña Elvira y su marido enfrentaron las dificultades económicas propias de jóvenes que se iniciaban en sus carreras en un país en crisis permanente y recién en 1955 se puede decir que los ingresos de la familia fueron suficientes para llevar una vida cómoda, pero siempre espartana. A pesar de todas las dificultades pudieron adquirir la casa de la calle Alberdi 1234 donde los hijos pasamos toda nuestra infancia y gran parte de nuestra juventud. Muy hacendosa, durante muchos años ella cocinó, lavó y cosió nuestras ropas, siempre económica encontraba la manera de que la ropa que quedaba chica a uno fuera adaptada al siguiente, mismo cuando ya vivían con relativa holgura económica lo que se compraba en su casa era lo esencial. Era una mujer extremadamente cariñosa, siempre tenía una sonrisa y una palabra amable para nosotros y todos los que se aproximaban a ella y gozaban de su confianza. Pues por otro lado era sumamente intransigente con aquellos cuyo comportamiento no fuera correcto, no importaba que fueran parientes o amigos, muchos fueron borrados de su lista de amigos por razones que mucha gente consideraría nimias. Mujer locuaz y jovial y siempre lista para una broma y la risa, debía convivir con uno de los hombres más parcos y adustos que jamás conocí. Todas sus habilidades musicales, cuentan sus amigos que cantaba bien, y de recitar que si la oí hacer fueron acalladas ante la censura de quien todo lo que no fuera intelectual o de trabajo era pérdida de tiempo o como decía “tecoreí” en el idioma vernáculo. La encarnacena de corazón Toda nuestra infancia fue colmada de relatos sobre Encarnación, la infancia, adolescencia y juventud de mamá pasadas en esa ciudad hacen parte de nuestra memoria. Ella amaba Encarnación y recordaba historias tristes como las penurias de la revolución del 22 donde la casa paterna era punto de referencia para que el barco del gobierno disparase contra el cuartel revolucionario que quedaba atrás de la casa, las pérdidas de los arrozales, la quema de las maderas para ser exportadas y la muerte de las ovejas por obra y arte del ejército del gobierno fueron contadas numerosas veces. También oímos muchas veces las historias del ciclón del 27 cuando falleció uno de sus cuñados dejando a su mujer con un niño pequeño. Pero no todo era triste, recuerdos de sus amigos y amigas de las familias Arrúa, Irrazábal, Hrase, Grenno, Bado, Squeff, y otras más le hacían sonreír y a veces hasta reír de placer. Su última experiencia antes de mudarse definitivamente a Asunción fue como profesora en la Escuela Normal donde enseñó creo que un año y creó numerosas amistades alagunas de las cuales solemos encontrar en los lugares menos pensados. La educadora Doña Elvira era una docente de sangre, mismo abandonando la carrera en el magisterio, nos enseñaba a nosotros sus hijos, a todas las empleadas que pasaban por casa a quiénes les hacía terminar la escuela primaria y estudiar corte y confección en la academia de la Parroquia de la Encarnación y a los criados de Doña Nena, la almacenara del barrio. Entre los muchos a quienes ella marcó con su personalidad recuerdo a Ananías Maidana que volviendo del exilio encontró a mi hermano Oscar y le contó que Doña Elvira le había regalado su primer libro que conservaba hasta hoy y le había hecho seguir la docencia. Varios sobrinos y ahijados también fueron sus alumnos, muchos de ellos nos comentan el cariño con que los trataba y las famosas meriendas que les propiciaba. En nuestra casa vivieron varias ayudantes domésticas, algunas de ellas venían “de la campaña” con 14 o 15 años y sin saber hablar castellano y con segundo o tercer grado. A todas ellas las hizo terminar la primaria y un curso de corte y confección que se daba en la Parroquia de la Encarnación, varias de ellas volvieron a sus casas con una máquina de coser comprada con el estímulo de mamá. La gastronómica y nutricionista Doña Elvira era una excelente cocinera, las fiestas en nuestra casa eran esperadas por los amigos con la expectativa de la comida que mamá iba a preparar, pero además de eso no había quien pasara por casa a la hora que fuera que no fuese obligado a comer algo, y esta última costumbre la mantuvo hasta una semana antes de su deceso cuando me hizo comer dos empanadas, de una de las cuales ella comió la mitad. La alimentación de casa era prácticamente toda hecha por ella o bajo su estricta supervisión, sus platos salados, sus tortas de chocolate, sus bizcochuelos y sus dulces de frutas de temporada eran famosos por ser deliciosos. La solidaria Durante los largos años de la dictadura, fueron muchos los correligionarios febreristas que cayeron presos y a los cuales Doña Elvira organizaba el envío de la comida a las comisarías y cárceles, como de ayuda a las familias que quedaban desamparadas. Fueron memorables las cenas que organizaba en compañía de las Señoras Irma de Caballero, Kika de Granada, Kuka de Quiñónez y Coca de Martínez. Muchos años después hablando con un ex vecino me enteré que cuando su padre falleció y quedó su madre viuda con 4 hijos menores, fue Mamá con una vecina, Rosita de Becker que organizaron la “vianda” a la familia mientras ellos rehacían su vida. La mujer cívica Elvira Codas era líder estudiantil en la Escuela Normal de Asunción, como representante de los docentes logra en el gobierno de Rafael Franco que se les otorgue el primer aumento en muchos años. Era francamente a favor de la igualdad de género, y solamente no actuó en ese campo debido a la prohibición de su marido para quien toda actividad de la mujer fuera de su casa era impensable. Mamá nos dejó con un legado de abnegación, honestidad, solidaridad y cariño que siempre trataremos de honrar. Este es un corto relato de lo mucho que recordamos la memoria de la gran mujer, hija, esposa, madre, hermana y educadora que fue Doña Elvira Codas de Benítez.